miércoles, 6 de junio de 2012

Costa Rica y su historia: Misiva del expresidente al primer Contralor de la República, que concluía sus funciones de un modo ejemplar.


Para los que por primera vez, leen mi blog, soy Costarricense nacido allá a finales de la década de los 60's, cuando la televisión a color apenas si empezaba a darse en mi país y cuando la gente, aún dormía en sus casas, con las "puertas abiertas", sin el temor de que algún delicuente o mal vivido, se adueñara de lo que no era suyo.

Soy 100% nacionalista, pero no extremista. Amo a mi país y amo lo que hago, con toda devoción.  Orgulloso de ser descendiente de "piso de tierra" y como digo yo, "un patas vueltas de San Isidro del Guarco, Cartago, en donde viví la mayoría de mis años como niño, adolescente y parte de vida adulta, que quiso hacer las cosas distintas y creyó que podía contribuir de alguna manera con los demás."

Esa devoción y cariño, dado a este proyecto de mi blog, es lo que me permite a hoy, celebrar 3 años con la edición del blog y más de 100.000 visitas obtenidas, de cuántos lugares se puedan imaginar de Latinoamerica, Europa y otros países, donde allá alguien que hablé español.

Hoy, a esperas que inicie el lanzamiento oficial del servicio en la nube de Oracle por Mark Hurd y Larry Ellison, me encontré en mi lectura diaria, este texto que quiero compartir.

Tan sólo con leerlo, me traslada a la época de los costarricenses honrados que tanto escuchaba hablar de niño. Esa Costa Rica, que ha dejado de existir en la vida pública, donde priva la consigna, de llenarse los bolsillos, en los 4 años de mandato, sin importar cuánto y de que manera.  Hasta una construcción de una simple trocha, es motivo de "CHORIZO".

Lástima, que esos "Ticos" que no quieren a nuestro país, no se van de él.

Aquí una lección de vida para todos los funcionarios públicos.

Colaboración de José Enrique Palma Torres
Carta de Otilio Ulate a Amadeo Quirós (Extracto)
Misiva del expresidente al primer Contralor de la República, que concluía sus funciones de un modo ejemplar.

La Vieja, 8 de mayo de 1955.

Señor don Amadeo Quirós Blanco,


Querido Amadeo: Sales hoy de la Contraloría, tan limpiecita la conciencia como siempre, entre tributos y reconocimientos de un pueblo con el cual no habías tenido anteriormente mucho contacto, que ahora te hace justicia y ha aprendido a quererte.

()Tus caudales morales se ha manifestado inagotables, y mi parte en tu victoria es la de haber tenido la fortuna de atraerte a la función pública, a que eras tan negado, no porque te faltara espíritu de servicio público, sino por la razón temperamental de ser muy quitado de ruidos.

Acercar a la función pública a los varones ejemplares, pero escondidos en el espeso y tupido bosque de su modestia y de su desamor por la política, me pareció que era tarea de buen gobierno.

() Trabajamos juntos, me parece recordar que algo más de un año, y ambos lo hicimos lo mejor que pudimos.


Cuando dejaste el Ministerio de Trabajo, porque la Asamblea Legislativa te había electo contralor sin que hubieras sabido antes que ibas a ser electo, fuiste a verme para entregarme giros extendidos por el Tesoro Público a tu favor por la suma de ¢18.000.00. Me referiste, en mucha confidencia, que esos giros correspondían a las dietas que habías devengado por asistencia, en la condición de ministro, a las sesiones de directivas de otros organismos oficiales, y llegabas a entregármelos para que yo dispusiera de ellos, aplicándolos a obras de bien público, con la condición de que no le dijera a nadie de dónde procedían. ¡Confiarme un secreto, con lo cuentero que soy! Sin embargo, me pareció tan respetable tu determinación que me amarré la lengua, apliqué la plata y no le dije nada a nadie hasta hoy, que te vas de la vida pública, me temo que para siempre y para mal de nuestra patria.

Me diste la siguiente razón para no retener ese dinero:
-"Si yo, como ministro, recibo un sueldo, debo dedicar todas las horas laborables del día a trabajar para el cargo, y el trabajar fuera de él, pero dentro de la misma función que ejerzo, este otro trabajo también lo realizo en condición de ministro y dentro del tiempo que le debo a mi cargo. Por tanto, la paga que reciba no puede ser mayor que mi sueldo".

Ya no te cocinas con dos hervores y debes pertenecer a la generación de los ochentas o de los noventas. Ahora todo cuenta por generaciones y millones. Los hombres de tu generación están "chapados a la antigua" y en los tiempos que corren se les tiene por pasados de moda. Los ministros de la generación que ahora se ha dado en llamar del 48, muy jóvenes, muy sabios, muy dinámicos, no hacen lo que hicieron sus predecesores en las generaciones, sino que, en vez de devolverle sumas al Estado, le cobran, por concepto de deuda política, del medio millón de colones para arriba. Resulta que el deudor es el Estado y no el ministro, que debe el honor de haber llegado a serlo.

Unos meses después de que me entregaste esa plata, tuviste necesidad de emprestar dinero para ir a curarte a Estados Unidos.

¿No te parece que, a pesar de todo, es mejor que sigamos apegados a la vieja moda?
El dinero lo apliqué, te cuento, a construir una escuelita en Vista de Mar del cantón de Coronado, porque todavía no había suficiente dinero en el Ministerio de Obras Públicas para construirla, y la que estaba de servicio se iba cayendo a pedazos; a mandarle cinco mil pesos a Fray Casiano para la humilde y magnífica escuela de artes y oficios que sostiene en Puntarenas; y el resto, tres mil pesos "tengo que confesártelo- lo entregué para contribuir a que se construyese la iglesita de aquí, La Vieja, ahora Villa Fátima, en donde espero que me casen y me canten el funeral.

Entre catorce y diecisiete galones de gasolina gastaste durante el año y pico que fuiste ministro. Solo cuando tuviste necesidad de salir fuera de San José en trabajos del ministerio ocupaste el automóvil oficial que te estaba destinado. Me contaron después que hasta le prohibiste a tu mujer que fuera a hacer visitas en el carro del gobierno.


Saliste tan bien, estuviste tan justiciero y acertado que no hubo conflictos del ministerio con los trabajadores, ni con los patronos, y no se oyeron quejas de los unos ni de los otros.


Como contralores, ya debes estar viendo lo que piensa el país de ti y de Paulino. Y me alegro como si la fiesta fuera conmigo.

Me diste mis buenos dolores de cabeza, porque eras intransigentemente severo y meticuloso en el cumplimiento de las leyes cuya ejecución te había sido confiada.

A veces me impacientaba, porque eras inflexible en mantener tu criterio, pero en último término, a ese criterio me sometí invariablemente.

En una ocasión, por la falta de requisitos legales, te negaste, con Paulino, a autorizar un pago de planillas a trabajadores de Obras Públicas por trescientos cincuenta mil colones. Me reuní dos veces con ustedes, les propuse varias fórmulas para arreglar el asunto, y a todas me dijeron que no y que no.

No podía dejarse de pagar a los trabajadores y no nos estaba permitido tomar el dinero para hacerlo. Carlos Manuel Rojas -tan puntilloso como tú, que para no usar el automóvil del gobierno porque tenía el suyo propio se limitó a ponerle las placas oficiales-, y yo, tuvimos que firmar, uno como deudor y otro como fiador, un pagaré bancario por aquella suma; y al cabo de dos semanas, cuando, satisfechos los requisitos legales, ustedes autorizaron el pago y se canceló el pagaré, Carlos Manuel tuvo que satisfacer con su dinero los intereses, porque no había en el presupuesto partida de la cual tomar para el pago de ellos.

(…)
En los episodios que dejo relatados está reflejada la mejor de tus obras y quedó firmemente impreso el sello del más alto y efectivo de los servicios que le prestaste a la República: establecer, fortalecer y consolidar la autoridad de la Contraloría en función probadamente autónoma y no como apéndice del Poder Ejecutivo, bajo la ficción legal de una fementida autonomía.


Ha sido una fortuna, una gran fortuna de los costarricenses que tú y Paulino hayan sido los primeros contralores. La virtud de la existencia de la Contraloría no radica en el texto constitucional que le dio el inicial soplo de vida, sino en el material humano con el cual se empezó a modelar la institución.

Me ha venido el antojo de asomarme a los recuerdos que nos conciernen a los dos, mientras miro frente a mí el bello panorama de la naturaleza sobre el que se asienta el soberbio cerro del Arenal y mientras oigo el murmullo adormecedor de la quebrada cuyas aguas corren al pie de la casona de esta finca, que tengo cargada de deudas, porque ya sabes que si los dos salimos con deudas, en esto sí te aventajo, porque las mías son mucho más grandes que las tuyas.

Nuestros padres no quisieron que cogiéramos la maña de hacer dinero sin haberlo trabajado. Los míos ni siquiera sentían que les hiciera gracia cuando afuera me regalaban unos centavos sin haberlos trabajado. De aquí que no fuimos entrenados en las enseñanzas de la alquimia financiera, según la cual, como ahora se estila, la plata se hace tan fácil como rápidamente.

(….)
Tu afectísimo, Otilio Ulate.

La virtud de la existencia de la Contraloría no radica en el texto constitucional que le dio el inicial soplo de vida, sino en el material humano con el cual se empezó a modelar la institución

Nota: un periodista, Otilio Ulate Blanco fue presidente de Costa Rica de 1949 a 1953.

Todos los Sábados a las 8:00PM

Optimismo para una vida Mejor

Optimismo para una vida Mejor
Noticias buenas que comentar