Según la NASA va a 7,5 millones de kilómetros por hora, y no deja nada a su paso. Los agujeros negros supermasivos son grandes aniquiladores del espacio.
Ubicados en el centro de posiblemente todas las galaxias, devoran a los planetas, estrellas o cuerpos celestes que se aproximen demasiado.
Si la capacidad aniquiladora de los agujeros negros produce respeto, unos científicos han observado a través del telescopio Hubble, uno especialmente inquietante. A ocho mil millones de años luz, el agujero negro de la galaxia 3C 186 ha sido expulsado de su centro y vaga por el espacio tragándose lo que se cruza en su camino. Se mueve, y lo hace a una velocidad de casi 7,5 millones de km por hora. Tardaría menos de tres minutos en llegar de la Tierra a la Luna.
A pesar de que se dirige hacia la Vía Láctea, no se teme que nos absorba debido a que todavía le quedan varios miles de millones de años para alcanzarnos. Sin embargo, los científicos están fascinados con cómo este agujero negro, que pesa tanto como mil millones de veces el Sol, ha podido salir disparado. O más concretamente: qué fuerza es la que ha empujado al gigante destructor.
La principal hipótesis es que se ha arrancado debido a ondas gravitacionales. Hace más de 100 años, Albert Einstein las definió como ondulaciones fruto de los eventos más catastróficos del Universo. Son potentes ondas parecidas a los círculos concéntricos que se originan tras lanzar un piedra a un estanque.
El evento catastrófico responsable podría haber sido, con gran probabilidad, la fusión de dos galaxias. A través del telescopio, se apreció una serie arcos alargados, denominados "colas de marea", que son producidos por el tirón gravitatorio de la guerra que tiene lugar cuando dos galaxias se funden en una. Así, se cree que la galaxia 3C 186 se habría fusionado con otro sistema y los dos agujeros negros habrían hecho lo mismo.
Los dos agujeros negros de las galaxias fusionadas se habrían unido en uno masivo que salió disparado.
Si los dos agujeros poseen la misma masa y velocidad, mientras se van acercando, no emiten ondas gravitacionales iguales en todas las direcciones, sino unas más fuerte en un sentido en concreto. Al chocar y fusionarse definitivamente, el nuevo y gran agujero habría salido disparado, como un proyectil, en dirección opuesta a las ondas.
"Cuando lo vi por primera vez supe que estábamos ante algo muy peculiar", dice Marco Chiaberge, del Instituto de Ciencias del Telescopio Espacial y la Universidad Johns Hopkins.
Lo que vio fue un cuásar, que son los brillantes discos de gas que rodeas a los agujeros negros y que sirven para detectarlos, a 35.000 años luz del centro de su galaxia. La información recogida después, desde los rayos X a la luz ultravioleta, revelaron que efectivamente se trataba de un agujero supermasivo que erraba en solitario por el espacio.
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