“La risa y el llanto comparten una esencia similar: son características humanas. La risa apela a la inteligencia, mientras que el llanto está más ligado a la sensibilidad, pero si nacen del alma, ambos pueden ser liberadores”.
Este fin de semana, un gran golpe he recibido en una parte sensible que llevo adentro de mi pecho. Un viejo amigo; pero al quién no conocí en persona; se marchó a compartir la eternidad, con otros grandes allá arribita en el "Cielo".
Desde mi niñez hasta el presente, siempre ha estado por ahí dando vueltas. De él he recibido muchos buenos consejos y he aprendido a compartirlos con otros. Cada vez que me acordaba de la sopa de tortillas con leche de mi mamá, "Me daba cosa..." y tenía que inventar alguna buena excusa para no comerla. Claro por supuesto, "No contaban con mi astucia", ya que el dolor de "panza" era una buena excusa para salir del apuro.
En las tardes de mi infancia, salía corriendo a la "mejenga" y no faltaba el grito de "siganme los buenos" acompañado de un posible "No te juntes con esa chusma", de mi madre. Ya de adulto, podría haber visto ciento de veces un episodio de niño, pero disfrutaba la programación, - cuando el tiempo me lo permitía- como si fuese la primera vez, que lo observaba.
Como podría olvidar aquellos grandes episodios, como las historias de "Blanca Nieves y los 7 Churi Churin flun flais", La romántica historia de Juleo y Romieta, La Tribu Panza Cola, etc. Si bien es cierto, estaba muy chico por aquellos años cuando los vi por primera vez como para razonar que eran una simple historia asociada a una más antigua; de adulto moría de risa al verlos, por la cantidad de disparates y demás. Era algo así como una mentira contada con mucha verdad.
Sólo pudo aportar, como lo hice en la redes sociales, que no se ha ido un grande de México, se fue un grande el Mundo. Gracias Chavito por tanta y tanta felicidad.
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